miércoles, 28 de enero de 2009

Abortos en Chile


Aborto made in Chile

Cada día se producen en nuestro país unos 400 abortos clandestinos. En poblaciones y en el campo aún se recurre a brebajes, sondas, palillos o tallos de plantas. Pero son los menos. Hoy el método más usado son las prostaglandinas, fármacos que evitan las infecciones de antaño y que se trafican en Internet o en el mercado negro por 30 mil a 100 mil pesos las cuatro pastillas. Los ABC1 siguen optando por el aborto quirúrgico.

Leyla Ramírez
La Nación

Herminia tenía 21 años y ya era madre soltera cuando se dio cuenta de que estaba esperando otro hijo. Había llegado sólo hasta tercero básico y vivía en una zona rural, por lo que no eran muchas las oportunidades que tenía. Asumir otro hijo sola se le hacía cuesta arriba para ella. Lo intentó todo, pero todos los remedios fallaron.

Cuando ya tenía 3 meses de embarazo su hermana le recordó que era época de quilas tiernas, plantas que se parecen mucho al bambú y que se encuentran fácilmente en el sur. “Son especiales para abortar. Mi hermana me trajo unas cinco o seis varillas. Elegí una, le sacamos la corteza y la afile bien con un cuchillo”.

Después de eso, Herminia puso la vara en agua hirviendo con jabón y se acostó en una cama dura. “Me abrí de piernas y con una mano me sujete un espejo, mientras que con la otra me metí fuerte para adentro la varilla filuda. Me dolió mucho”.

Herminia se amarró el palo a una pierna y anduvo todo un día así, aguantando el inmenso dolor que le producía. Al día siguiente sufrió una fuerte hemorragia y tuvo mucha fiebre. Estuvo todo el día delirando. Recién en la noche su hermana la llevó al hospital.

Este testimonio -que aparece en el libro “Aborto Inducido”, de la antropóloga Mónica Weisner- es real y fue leído por el senador Carlos Ominami para oponerse al proyecto de ley que aumentaba las penas para el delito de aborto.

Su relato estremece, como el de otras mujeres que se introducen en sus vulvas alambres, crochets, cucharas, ganchos de ropa, lápices, palillos y hasta tallos de perejil con el mismo propósito: perder un hijo no deseado.

Generalmente es la propia afectada quien lleva a cabo este tipo de abortos o bien son asistidas por madres, hermanas, amigas o vecinas. El dolor físico es insufrible, la hemorragia e infección segura y los peligros llegan a la muerte.

No son los únicos métodos precarios y de bajo costo a los que acuden mujeres desesperadas. En este rango destacan también las yerbas tradicionales que por recomendación de otras mujeres se utilizan con fines abortivos, aunque la mayoría de las veces no cumplen con tal propósito. Perejil, ajenjo, ruda, orégano y albahaca que se pueden hervir con cerveza, vino o pisco son algunas de las más usadas, cuya ingesta generalmente se completa con aspirinas o fármacos similares.

Estos son los abortos de las mujeres más pobres, generalmente de zonas rurales, con menos educación, pero sobre todo con menos acceso a información sobre otras prácticas baratas y menos riesgosas.

Según Rosa Espínola, coordinadora nacional del Foro Red de Salud y Derechos Sexuales y Reproductivos, en las poblaciones periféricas urbanas se recurre a fármacos abortivos y al uso de sondas que se introducen por la vulvas, ya sea para hacer un lavado uterino con elementos tóxicos como detergentes, o para dejarla instalada unos días (introducen la sonda y la parte que queda fuera de la vulvas se amarra al muslo) con el fin de perforar el útero, provocar dilatación y la expulsión ‘espontánea’ del feto.

Imperio de las prostaglandinas

Afortunadamente las prácticas anteriores están en retirada. Así lo asegura Ramiro Molina, ginecólogo y director del Centro de Medicina Reproductiva del Adolescente (Cemera), de la Universidad de Chile, quien comenta que los métodos que utilizan las chilenas para abortar han cambiado muchísimo en los últimos años, debido, principalmente a la masificación de las prostaglandinas, fármaco que hoy se compra sin problemas en Internet, en el mercado negro o con una receta conseguida. Los precios van desde los 30 mil a los 100 mil pesos (30 mil en farmacias, 40 a 50 mil en Internet y entre 40 a 100 mil en el mercado negro). Molina no entrega detalle de los nombres comerciales de las prostaglandinas existentes, pero para nadie es un misterio que se trata del Misoprostol o Misotrol, también conocida como Cytotec, Arthrotec, Oxaprost u Cyprostol.

“Ahora la gente ya no acude a colocarse todo tipo de sustancias -como palillos, raíces o tallos de apio- en el aparato genital interno, que provocaban las infecciones que conocimos hace 35 ó 40 años, que eran un desastre y una cosa espantosa. Hoy la gente acude mucho más a profesionales, van con embarazos más precoces y utilizando -primordialmente- este tipo de fármacos, que se compran con receta médica retenida, pero que se consigue fácilmente en las poblaciones periféricas”.

Dicho fármaco -Misotrol es el más conocido en Chile- se utiliza para el tratamiento de las úlceras, pero se descubrió que en altas dosis provoca contracciones uterinas y por ende la interrupción de los embarazos. Por ello, el Ministerio de Salud en Chile exige que su venta sea sólo con receta médica retenida.

Se ocupa mucho porque es una alternativa económica, de fácil acceso y que no provoca infecciones al no ser invasivo. “Esta píldora produce contractividad del útero y el desprendimiento del óvulo fecundado, por lo tanto éste se elimina voluntariamente. Las mujeres pueden llegar al servicio de maternidad por una hemorragia, pero una hemorragia que no tiene mucha trascendencia, ya que no hay infección”, explica el ginecólogo.

Esa fue la opción que tomó Claudia cuando se dio cuenta que estaba embarazada. Tenía 48 años, dos hijos en la universidad y el terror de ser madre-abuela. “Me dio pánico. Es una irresponsabilidad porque es dejarle una guagua a mi hija. Si a uno le cuesta ser papá y tiene diferencias generacionales de dos décadas imagínate de cuatro... También me aterraba la idea de que mi hijo naciera con problemas. Quién lo iba a cuidar y todo eso... Pasé un tiempo de mucha angustia”.

Finalmente Claudia escuchó que existía el Misotrol y con un mes y medio de embarazo optó por tomar las pastillas. “Me hice asesorar por un médico, hermano de una amiga que me dio la dosis, pero no se quiso meter. Tuve que comprarlo y conseguirme la receta por otra parte”.

Cerca de las nueve de la noche finalmente ingirió la dosis indicada. Luego de un par de horas comenzó a sentir fuertes dolores en el útero. “Eran como dolores de ovarios, de esos fuertes y me dio una hemorragia que no paraba con nada. Llamé a mi ginecólogo de siempre -que no sabía nada- y le dije que creía tenía una pérdida. Dos días después me hicieron un raspaje y finalmente decidí ligarme las trompas para no tener que pasar por algo similar nuevamente. Ya estoy bien”.

El Misotrol es usado de dos formas. Introduciendo con los dedos 4 píldoras por la vulva hasta la zona donde comienza el útero o poniéndoselas bajo la lengua o en el espacio entre la encía y la mejilla más de media hora. El resultado es como si se tuviera un aborto espontáneo.

Otros fármacos

Las prostaglandinas también se usan asociadas a otros fármacos, como la RU-486 o mifepristona que bloquea el desarrollo de progesterona, una hormona natural, que es fundamental para mantener un embarazo. Se toman la pastilla y dos días más tarde suman un Misotrol para causar contracciones y expulsar el bebé.

También se usan mezclas de fármacos, donde la oxitocina juega un rol importante. Marisol usó esta combinación. Tenía 35 años y dos hijos. Sin embargo, no quiso que llegara el tercero. “Me complicaba muchísimo, no estaba muy bien con mi pareja. La verdad es que nada bien y traer este hijo al mundo había sido un sufrimiento”, dice con claridad y confiada en que el aborto en su caso fue la mejor decisión. Una amiga enfermera le comentó que “la bomba” podría surtir efecto.

Fue así como acudió hasta la farmacia para conseguir tres componentes que venían en ampollas. Uno de esos era oxitocina -aunque el producto tiene otro nombre- una hormona que ayuda a acelerar las contracciones. “Claro que el vendedor de la farmacia sabía para qué servían y lo que hacían juntas. De hecho, en dos farmacias anteriores no quisieron vendérmelas”.

Finalmente su amiga enfermera puso las tres ampollas y dentro de 24 horas ya había terminado su embarazo. “Me subió la presión como nunca antes, menos mal que no me pasó nada. No fui al médico cuando me comencé a sentir mal y tampoco después. Confié en que ella era enfermera y podía supervisar que todo estuviera en orden”.

El uso de fármacos ha reducido las cifras de ingresos hospitalarios por aborto, al no provocar infecciones, lo que no significa que los abortos hayan disminuido.

Los VIP

En los sectores más pudientes se sigue recurriendo al aborto quirúrgico, el más seguro y menos traumático. Raspajes o aspiración del contenido del útero son los
métodos más usados, por un costo promedio de 800 mil pesos, en contraste con maniobras más artesanales -como lavados uterinos con sondas en el que usan ingredientes tóxicos como detergentes- por las que piden 10 mil ó 50 mil, pero que son muy peligrosos.

Andrea (35) tuvo la suerte de contar con una madre comprensiva y de buena situación social. Cursaba segundo año de arquitectura cuando quedó embarazada de su ex pareja a quien había dejado recientemente por sus excesivos celos. “Cuando supe casi me morí. No podía tener ese hijo. No quería que nada me uniera a ese hombre. Había sido una relación tortuosa, donde hubo agresiones físicas y sexuales. Los últimos meses le decía que sí a todo por temor a que se enojara y me pegara. Yo no quería ese hijo ni que él se enterara del embarazo. Le conté todo mi drama a mi mamá y ella me ayudó. No sé con quién se consiguió el dato, pero me llevó en la noche a una clínica pequeña y de nombre conocido, previo pago de 1 millón 200 mil pesos. Allí me hicieron colocarme en un sillón de ginecólogo y me colocaron anestesia general. Cuando desperté ya todo había acabado. Estaba tapada, todo lucía igual y yo me sentía muy bien físicamente. Apenas se quitó por completo el efecto de la anestesia nos fuimos a casa. En la noche tuve algunas contracciones fuertes, pero se me quitaron al paso de las horas y al otro día fui a la universidad sin problemas”.

Rosa Espíldora agrega un dato no menor. “Conozco a una chiquilla a la que le ofrecieron hacerle un aborto por 3 millones de pesos en una clínica muy prestigiosa. Y ella aceptó. La ingresaron por aborto espontáneo y una doctora y una matrona hicieron el trabajo”, dice.

http://www.lanacion.cl/prontus_noticias/site/artic/20051229/pags/20051229203826.html

3 comentarios:

haru on 30 de septiembre de 2009, 16:32 dijo...

MMMMM. Para que decir que en chile son los iluminados gobernates que tenemos los que no permiten que las mujeres opten libremente por tener o no un bebé. !Cómo si ellos fueran a criarlo¡ !Hipocritas¡ !Debieramos abortarlos a ellos mejor¡
Pero la culpa no es solo de los gobernantes imbeciles, porque también existe la postura generaliza de: "porque no mejor te cuidaste antes de andar haciendo estupideces", lo cual es casi igual de deningrante que aquella en la que se establece al aborto como ilegel, porque si se te rompre el condón, o si el método anticonceptivo no te funciona... En fin, que a cualquiera le puede pasar, ¿o creen acaso estas personas que es DIOS el que les esta mandando gobernantes imbeciles de castigo por tener sexo?

Anónimo dijo...

mmmm primero q todo los medios anticonceptivos no tendrian por q fallar si los usas correctamente, segundo, no tendrian q hacerse abortos si no abrieran las piernas y los hombres no fueran unos cerdos sexopatas, el aborto es ilegal, pq es malo, las cosas malas inmorales e incorrectas son ilegales, y son pagadas con la carcel, es facil estar a favor del aborto cuando tu ya naciste.

Anónimo dijo...

Nadie sabe que problemas hay en la situación por lo tanto mejor no tener el bebe que tenerlo y no sea querido. Aparte afectaria conciderablemente el desarrollo como persona o profesional

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